Un matrimonio que logró comprarse con mucho esfuerzo una camioneta para trabajar vio como, en pocos minutos, todo el sacrificio era consumido por las llamas. Con una impunidad que asombra, estos delincuentes siguen arrasando con los bienes de la gente sin que se haya esclarecido un solo caso.
A veces una simple crónica no alcanza para contar lo que se esconde detrás de cada hecho demencial, de esos a los que lamentablemente nos estamos acostumbrando, que son los ataques miserables de los que se ha dado en llamar quemacoches, en realidad delincuentes que juegan con el sacrificio y el trabajo de la gente, la que se ha ganado lo suyo con esfuerzo.
Clara Moreno de Revello intenta explicar lo que pasó con voz quebrada. Un matrimonio de gente trabajadora, que se gana la vida haciendo pan casero, que su hijo repartía en la camioneta que hoy es solo un montón de metal quemado.
"Cuando salimos ya estaba toda quemada -explica con dolor Clara-. Es nuestro medio de vida, fueron 40 años de sacrificio, de soñar con poder comprarla; mi marido siempre quiso tenerla y finalmente lo habíamos logrado, pero ahora no nos queda nada".
Alrededor de las cinco de la mañana, en la cuadra de Esquiú al 700, manos miserables iniciaron el incendio que acabaría con el fruto de ese esfuerzo de décadas. Los vecinos corrieron a avisarle, llamaron a los bomberos, que "tardaron como media hora, y cuando llegaron ya estaba toda quemada", explica Clara con amargura en su voz.
"Echaron agua porque tenían miedo que explotaran los tubos de gas, tomaron unos datos y después se fueron". Luego llegó la policía, pero la familia señala que no fue la Científica, ni hicieron ningún tipo de pericias para determinar posibles causas e intentar encontrar huellas que conduzcan a los culpables.
Clara habla con desasosiego mientras rememora los esfuerzos hechos para llegar a este bien que les permitía trabajar mejor, abastecer a sus clientes. "Diecisiete años repartí con una motito, juntando peso sobre peso para llegar a comprar la Ford. La cuidábamos muchísimo, siempre limpita, tratando de que esté todo perfecto… Y todo para que vengan estos desgraciados y en una noche te dejen sin nada, sin nada…"
La mujer aclara que no sospechan de nadie, porque no tienen enemigos. Gente de trabajo, sencillamente, que vive de su esfuerzo y que no se mete con nadie, pero que no está a salvo de esta plaga que, incomprensiblemente, parece moverse con total libertad por la ciudad.
Ya van más de treinta casos en pocos años, cerca de diez en lo que va de 2015, y sin embargo nunca surge una pista, nunca un sospechoso, nunca detenidos. Parece que toda la parafernalia de cámaras, patrullajes, investigaciones, operativos y allanamientos policiales, nunca son suficientes para que esta locura se esclarezca, para que la gente pueda dormir en paz sabiendo que está protegida.
Las últimas palabras de Clara Moreno de Revello resuenan en el aire: "Nos despertó el ruido, usted no sabe lo que era ese ruido infernal, era como una tormenta con mucho viento que se llevaba todo". Y fue como una tormenta maligna, que de la mano de una impunidad que asusta se sigue llevando el trabajo y los sueños de la gente trabajadora, de los buenos.
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