Con un preso o casi preso alcanza para hacer ver que todos los corruptos del anterior gobierno están siendo juzgados cuando aún ninguna causa se aceleró para que los Lázaro Báez, Amado Boudou y compañía sean procesados.
Lo que al kirchnerismo o lo que queda de él le asusta y mucho, es que después de la feria judicial el juez Bonadío vaya por la cabeza de los funcionarios que robaron, y mucho.
La maniobra de Marcelino Coronel Albertengo, el preso que quiso apuñalar a Leonardo Fariña, se ajusta a ese contexto.
Matar a Leonardo Fariña, suponer que el mentor del crimen fue Lázaro Báez y después olvidarnos del resto de los K que delinquieron, es una maniobra burda pero es la primera lectura del suceso que vivió el ex marido de Karina Jelinek hace horas en el penal de Ezeiza.
Todo un montaje digno de condenados que al huir, o tratar de hacerlo, producen un desparramo de órdago y si tiene que morir un perejil como Fariña, pues entonces que muera.
Pero el fondo de la cuestión es que Lázaro y el resto deben ir al banquillo de acusados cuanto antes, y Ricardo Jaime, los Cirigliano, Juan Pablo Schiavi y los 21 condenados por la tragedia de Once vayan a prisión ya y no haya que esperar años de apelaciones para que cumplan la condena.
La trama de matar a Fariña entra en ese contexto. Que ni el árbol ni Fariña nos tape el bosque y menos a los corruptos.
Por Jorge D. Boimvaser
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